A pesar de la proximidad y de contar con las mismas raíces antropológicas y culturales, son muy pocos los españoles que conocen algo más de nuestro país vecino que el nombre de Cristiano Ronaldo o la denominación de su capital. Hemos vivido y seguimos viendo de espaldas a ellos. No ocurre lo mismo en el sentido recíproco. Los portugueses están atentos a la realidad social y económica de España. Muchos de ellos, gracias la televisión, entienden nuestro idioma. Y perciben nuestro desinterés por lo luso, e incluso en algún caso los aires de superioridad. No hace mucho tiempo un taxista lisboés me manifestaba su enfado con unos españoles que no mostraban ningún interés por entenderle cuando al cobrarles les reiteraba, “mais dinheiro”; y estos decían no entenderle.