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Historia de Portugal

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Las raíces de Portugal se entrelazan con los pueblos de orígenes diversos que han habitado su territorio: fenicios, griegos, cartaginenses, romanos (la actual Portugal pertenecía a la provincia de Lusitania, con capital en Emérita Augusta, Mérida), pueblos nórdicos, musulmanes y judíos, entre otros, que han ido conformando su cultura, historia o lenguaje, como muestra el propio nombre de Portugal, que deriva del nombre romano Portus (“puerto”) Cale. Cale era el nombre de un asentamiento primitivo localizado en la desembocadura del Duero, un puerto de origen griego cercano al actual Oporto. Durante la Edad Media, los Visigodos llamaron Portucale a la región circundante a Cale, término que derivaría en Portugale durante los siglos VII y VIII.


El origen de Portugal como nación se remonta a 1143. Tras la invasión musulmana de la Península, Portucale fue conquistada en 868 por Vímara Peres, un combatiente del rey Alfonso III de León. Esta zona fue reconquistada y poblada por el Reino de León. El rey Alfonso VI de León entregó a su yerno, Enrique de Borgoña, el Condado Portucalense, que se extendía desde el Miño hasta el Duero y que pertenecía al Reino de León, aunque gozaba de gran autonomía. A su muerte en 1112 le sucede su viuda, la Condesa Teresa de Portugal. Su hijo, Don Alfonso Henriques, mantuvo un enfrentamiento con su madre que duró 15 años, tras el cual éste se coronaría como Alfonso I, primer Rey de Portugal. Alfonso Henriques venció a su madre, regente del Condado de Portugal y leal al Reino de León, en la Batalla de São Mamede, próximo a la ciudad de Guimarães, en Junio de 1128. La Condesa Teresa murió en el exilio en 1130. Por tanto, la ciudad de Guimarães es el lugar de nacimiento de Portugal. En la Paz de Zamora de 1143, firmada por Alfonso Henriques y su primo, el emperador Alfonso VII de León, Don Alfonso fue reconocido como soberano independiente y se firmó definitivamente la paz.
 
Durante el período siguiente se continuó luchando por asegurar la soberanía del nuevo reino y también para expandir el territorio hacia tierras del sur. Así, en el siglo XIII, con la conquista del Algarve, Portugal termina de trazar su frontera continental. Tras la reconquista de Lisboa en 1147, ésta se convirtió en capital de Portugal en 1255 a causa de su localización central en el territorio portugués.

El Tratado de Alcañices (Zamora) se firmó en septiembre de 1297 por Dionisio I de Portugal y Fernando IV de Castilla, y supuso la consolidación de una frontera que durante ese siglo continúo siendo objeto de frecuentes enfrentamientos bélicos y reivindicaciones territoriales. El avance hacia el sur de la península se producía tanto por los reyes de León y de Castilla como por los reyes de Portugal, por lo que se disputaban territorios como el Algarve. Con el Tratado de Alcañices se establece entre los reinos ibéricos una de las fronteras más antiguas de Europa.

Sin embargo, la independencia de la nación portuguesa estuvo en peligro por la presencia castellana, y no quedó reafirmada hasta 1385, con la Batalla de Aljubarrota, entre tropas portuguesas al mando de Juan I de Portugal y de su condestable San Nuno Álvares Pereira, y el ejército castellano de Juan I de Castilla. Los castellanos superaban ampliamente en número a las huestes portuguesas, en una proporción de 6 a 1. Sin embargo, la batalla concluyó con la aniquilación total del ejército castellano y la aclamación popular de Don Juan I, que fue coronado como Rey de Portugal y supuso el inicio de la segunda dinastía, la de Avis, casa real que gobernaría Portugal hasta la llegada de Felipe I y la independencia con la Dinastía de Braganza. Juan I, junto con sus hijos Duarte (que le sucedería en el trono), Enrique el Navegante y Alfonso marcó el inicio de la Era de los Descubrimientos o de las Exploraciones.


Así, en los siglos XIV, XV y XVI Portugal fue una potencia económica, social y cultural mundial, siendo los primeros europeos que navegaron hasta África y al lejano Oriente, además de adentrarse también en el continente sudamericano. Antes de proseguir por la costa de África, encontraron los archipiélagos de las Azores y de Madeira, que forman parte del territorio portugués en el Atlántico.

Gracias al Tratado de Tordesillas de 1494 entre los Reyes Católicos Isabel y Fernando y Juan II, Rey de Portugal, se produce un reparto, con intervención papal, de las zonas de conquista y anexión del Nuevo Mundo mediante una línea divisoria del Océano Atlántico y de los territorios adyacentes. Este acuerdo geográfico-político entre España y Portugal resultó en la pertenencia a Portugal del territorio que hoy corresponde a Brasil, como tierras que se suponía podían haber sido visitadas por navíos de la Corona portuguesa.

Después de una crisis dinástica tras la muerte del Rey Sebastián I de Portugal, en la Batalla de Alcazarquivir en 1578 y sin dejar herederos, Portugal pasó a formar parte de la Monarquía española de la Casa de Austria (1580 – 1640), convirtiéndose Felipe II en el nuevo rey de Portugal (con el nombre de Felipe I de Portugal).

Los dos primeros reyes de la Casa de Austria proporcionaron unas épocas de relativa estabilidad, ya que mantuvieron el estatus de Portugal, dando a nobles portugueses buenos puestos en la corte española, y manteniendo la independencia, leyes, moneda y gobierno portugués. Se propuso trasladar la capital del Imperio español a Lisboa. Más tarde, Felipe III intentó reducir esa autonomía, y los nobles portugueses temieron perder poder. Aprovechando la circunstancia de la sublevación de Cataluña, el 15 de diciembre de 1640 el Duque de Braganza fue aclamado rey como Juan IV. Con la firma del Tratado de Lisboa en 1668, España reconoce la soberanía de Portugal.

El final del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII estarán marcados por el florecimiento de la explotación minera de Brasil, donde se descubrirá oro y piedras preciosas. En el siglo XVII los portugueses emigraron en gran número a Brasil. El rey Don Juan V llegará a ser uno de los monarcas más opulentos de Europa. Rey absolutista y amante de las artes, ordenó construir el inmenso palacio-convento de Mafra, y el gran Acueducto que lleva el agua a la ciudad de Lisboa. En 1709, Don Juan V prohibió la emigración, ya que el país había perdido una gran porción de su población. Brasil fue convertido en un virreinato y los Amerindios obtuvieron la libertad.

Durante el reinado de su sucesor Don José I, se produce el Terremoto de Lisboa, el 1 de noviembre de 1755, que destruyó la práctica totalidad de la ciudad y que entrañó un duro revés para el Imperio portugués.

En 1807 Portugal se opuso frontalmente al Bloqueo Continental contra el Reino Unido, instigado por Napoleón Bonaparte. Esto provocó que las tropas francesas invadieran Portugal y tomaran Lisboa el 1 de diciembre de 1807. Ese mismo año la corona portuguesa huyó de Napoleón y se instaló en Brasil, que dejó de ser una colonia para convertirse en reino y cabeza del imperio. Gracias a la intervención de las tropas británicas en la Guerra de la Independencia, se consiguió recuperar la independencia del país. Las últimas tropas francesas fueron expulsadas en 1812. La guerra supuso para Portugal la pérdida de la provincia de Olivenza que, tras la Guerra de las Naranjas, había pasado a pertenecer a España. Tras la revolución portuguesa de 1820, que reclamaba el regreso del rey a Lisboa, Brasil se independizó en 1822.

Esta situación en Portugal, a principios del siglo XIX, supuso una crisis a causa de la huida de la corte real a Río de Janeiro en Brasil, los resultados devastadores de las invasiones napoleónicas, el dominio de los ingleses y la apertura de los puertos brasileños al comercio mundial, lo que había traído la ruina de muchos comerciantes portugueses. Al mismo tiempo, la ideología liberal se iba extendiendo entre la burguesía mercantil. Esto derivó en la llamada Revolución Liberal de 1820, que estalló en Oporto en busca de una Constitución para el país. Así, en 1822 las Cortes aprobaron la primera Constitución Portuguesa.


A lo largo del siglo XIX se sucedieron distintos conflictos como el de las Guerras Liberales, también llamada Guerra Civil Portuguesa, crisis políticas y de sucesión al trono, con una Monarquía cada vez más debilitada por las luchas partidistas.

A finales de siglo, en 1890, tuvo lugar la crisis colonial en el continente africano, lo que conllevó que Portugal pusiera en marcha una serie de campañas militares para ocupar el territorio que Portugal consideraba como sus colonias. Mientras tanto, los movimientos republicanos iban tomando cada vez más fuerza. El último rey de Portugal, Manuel II, llegó al trono en 1908, año en el que radicales republicanos asesinaron a su padre, el rey Don Carlos I y a su hermano mayor, Don Luis Felipe, el Príncipe Real. El nuevo rey no pudo mejorar la imagen de la monarquía ni frenar el movimiento republicano. En 1910 se proclamó la República, marchando el monarca al exilio en Reino Unido.
Sin embargo, la República era un régimen débil e incapaz de solucionar los conflictos sociales, la corrupción y los enfrentamientos con la Iglesia Católica y la población rural, a causa de sus políticas laicas y de control. Además, Portugal participó en la I Guerra Mundial, lo que conllevó la movilización militar y el colapso del comercio marítimo, que provocó aún más problemas sociales, como la inflación y el desabastecimiento.

En 1926, un golpe de Estado impuso una dictadura militar presidida por el General Carmona. A mediados de 1928, la situación financiera del país se convirtió en la principal preocupación del gobierno. Ese año Carmona nombró ministro de finanzas a António de Oliveira Salazar, un prestigiado profesor de economía que militaba en un partido católico. Salazar fue ganando peso en el seno del gobierno y fue nombrado primer ministro en 1932. A partir de entonces lideró la institucionalización civil de régimen, el Estado Novo, que también sería conocido como salazarismo. Portugal se mantuvo neutral en la II Guerra Mundial. Fue un régimen político autoritario y corporativista que estuvo en vigor durante 48 años ininterrumpidamente, aunque con alteraciones de forma y contenido, como la de 1933 con la aprobación de una Constitución por referéndum nacional. En 1949 ingresa en la OTAN y en 1955 en las Naciones Unidas. En abril de 1974 tuvo lugar un golpe de Estado orquestado por una coalición de capitanes de izquierda del ejército portugués, conocido como la Revolución de los Claveles por su carácter no violento. De esa forma se instauró la democracia en Portugal. El 25 de abril de 1975 se celebran las primeras elecciones democráticas y se dotó al país de una Constitución democrática, promulgada el 2 de abril de 1976. Sigue estando vigente en la actualidad, pero con varias revisiones.

Portugal forma parte de la Unión Europea desde 1986, es miembro de la ONU, la Eurozona, la OCDE, la OTAN y la CPLP.


Se puede ampliar la información de este artículo consultado los siguientes documentos:

Introducción a los orígenes de Portugal, de su lengua y su literatura (por José Luis Gavilanes Laso)

Historía de la bandera de Portugal

El Pastelero del Madrigal (una curiosidad en la Historial de Portugal y España)
 

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