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Entre las diferentes manifestaciones culturales que podemos encontrar en Portugal, una de las más famosas es el Fado, todo un símbolo musical del país. Son canciones melancólicas que, según se cree, tienen su origen en las penas de amor, la nostalgia por quien ha marchado y los suspiros de los marineros del siglo XVI, pero es una corriente que se ha ido adaptando a los nuevos tiempos y sigue cantando a la melancolía, la nostalgia o las pequeñas historias cotidianas con un toque de fatalismo o frustración.

Su intérprete más célebre fue la gran diva Amália Rodrigues, que internacionalizó el fado. También realizó incursiones como actriz y cantante en el cine portugués. Otros intérpretes populares son el grupo Madredeus, con su vocalista Teresa Salgueiro, y las cantantes Mariza, Mísia, Mafalda Arnauth, Cristina Branco y Dulce Pontes. Carlos do Carmo, Alfredo Marceneiro o Camané son algunos de los intérpretes masculinos más conocidos.

Es muy popular en ciudades como Lisboa u Oporto, pero está vinculado a la tradición académica en Coimbra, donde es exclusivamente cantado por hombres, a diferencia de en otras ciudades. Cantantes y músicos visten de negro aquí con sus características capas largas.

La música tradicional no urbana tiene una gran variedad, con pervivencia de algunos romances medievales, repertorios para gaita, flauta con tamboril y acordeón, muy popular este último. En las zonas rurales aún se conservan las danzas del folclore tradicional.

La arquitectura portuguesa tiene en el estilo Manuelino su mayor y más original expresión. También se conoce como estilo Gótico Portugués antiguo. Surgió en el siglo XVI, durante el reinado de Don Manuel I (1495-1521), y presenta un estilo de ornamentación arquitectónica suntuosa, con elementos marítimos y representaciones de la Edad de los Descubrimientos, que aportaron gran riqueza y saber a Portugal, con un encuentro entre distintos artistas y culturas que tuvo como resultado el arte manuelino. La Torre de Belém y el Monasterio de los Jerónimos en Lisboa son algunos de los mejores ejemplos del estilo manuelino, pero también se puede admirar en Setúbal, en el monasterio de Batalha o en la ciudad de Sintra, entre otros lugares.

La producción artesanal más relevante en Portugal es el azulejo, una de las contribuciones portuguesas más importantes al patrimonio artístico mundial. Los artesanos aprendieron la técnica del azulejo de los árabes y la aprovecharon para divulgar la cultura portuguesa. Producidos en Portugal desde finales del siglo XV, en el siglo XVIII el azulejo se hizo omnipresente tanto en la arquitectura civil como en la religiosa. Sus diseños geométricos cuentan pasajes de la historia de Portugal, hagiografías o temas profanos, y se convirtió en uno de los principales elementos decorativos portugueses. Consiguieron un lugar privilegiado en la arquitectura a lo largo de los siglos y Portugal los adoptó como ninguna otra nación. Muestra de ello es el inmenso patrimonio existente en el país, así como en sus antiguas colonias. Actualmente, las corrientes más vanguardistas lo siguen utilizando.

Se puede situar el origen de la literatura portuguesa en la poesía galaico-portuguesa medieval. Pero no es hasta el siglo XVI cuando las letras lusas alcanzan una de sus épocas de mayor gloria, con figuras como el dramaturgo Gil Vicente, conocido como el padre del drama portugués, Bernardim Ribeiro, Sá de Miranda y, sobre todo, el gran poeta y escritor Luís Vaz de Camões y su poema épico Os Lusíadas, “Los hijos de Luso”, que narra la expedición del navegante portugués Vasco de Gama y el descubrimiento de la ruta marítima hacia la India.

Durante los siglos XVI y XVII, la corte portuguesa se convirtió en un espacio bilingüe y algunos autores portugueses, como el propio Camões o Gil Vicente, alternaban la lengua castellana y la portuguesa en sus creaciones literarias. Tras la restauración de la independencia de Portugal en 1640, sus autores dejaron de usar el castellano, dando así más fuerza al portugués como lengua literaria.

El siglo XVII estuvo marcado por la introducción del barroco en Portugal, y es generalmente considerado como un siglo de decadencia, sin obras que se puedan equiparar a las del siglo anterior, considerado el Siglo de Oro portugués.

En el siglo XIX, el principal representante del romanticismo fue el poeta Almeida Garrett, junto con Alejandro Herculano. En la segunda mitad de siglo y en el ámbito de la novela, José María Eça de Queirós desarrolló en Portugal el realismo y el naturalismo.

A principios del siglo XX surgió el grupo Renasença Portuguesa, que escribía una lírica nostálgica. A su movimiento se le llamó Saudosismo, derivado de la palabra saudade, un tipo de nostalgia típicamente portuguesa. El gran poeta de la época fue Teixeira de Pascoais.

Sin embargo, el siglo XX está marcado, principalmente, por la obra de Fernando Pessoa, uno de los mejores poetas y dramaturgos portugueses y europeos, y posteriormente por el desarrollo de la prosa con autores como António Lobo Antunes o el escritor, periodista y dramaturgo José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998.
 

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